
PSICOLOGIA E HIPNOSIS CLINICA
CADAVER!!
Cuentan que a la consulta de un afamado psicólogo, acudió un paciente que aseguraba ser un cadáver.
El doctor, acostumbrado a recibir a todo tipo de personas, le preguntó:
– Ah, muy interesante, nunca había estado delante de un cadáver…y dígame, por curiosidad…. ¿Sangran los cadáveres?
El paciente, meditó su respuesta, para afirmar, sin ápice de duda:
– Por supuesto que no.
Entonces, el doctor sacó una aguja de su escritorio, y con mucha suavidad, pinchó el dedo del “cadáver” que tenía delante. Un hilillo de sangre comenzó a emerger. El paciente asombrado, contempló su dedo y exclamó:
– Anda! Ahora resulta que los cadáveres SI sangran!!!
LA TRISTEZA Y LA FURIA
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta... En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
Jorge Bucay.
EL ELEFANTE ENCADENADO
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?
¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
Jorge Bucay.
La historia del León y su reflejo.
Erase una vez un león que vivía en un desierto. Allí soplaba mucho el viento y por ello, el agua de las charcas en las que habitualmente bebían todos los animales no se quedaba nunca quieta. Las potentes ráfagas rizaban la superficie de las charcas y nunca se reflejaba nada claro en ellas.
Un día el león se adentró en el bosque, donde solía cazar y en sus tiempos libres jugar, hasta que se sintió algo cansado y sediento. Buscando agua, llegó a una charca que contenía el líquido más fresco, tentador y apacible que nadie nunca haya podido imaginar.
De modo que el león se acercó a la charca, alargó el cuello e intentó beber un buen trago. De repente, vio su propio reflejo y se asustó, al pensar que se trataba de otro león que estaba frente a él.
“Este agua debe pertenecer a otro león, mejor me voy de aquí, con mucho cuidado”, pensó el animal. Retrocedió, pero entonces la sed lo hizo volver de nuevo a la charca. Otra vez vio la cabeza de un temible león con una gran melena que le devolvía la mirada desde la superficie del agua.
El león se agazapó a la espera del momento oportuno para ahuyentar al “otro león”. Como estaba acostumbrado hacer para marcar territorio o demostrar que se encontraba en un lugar, abrió sus fauces y dio un terrible rugido. Pero tan pronto como enseñó sus dientes, por supuesto, la boca del “otro león” también se abrió; y a nuestro león esto le pareció una horrible y peligrosa visión.
Una y otra vez el león se apartaba, pero luego tomaba coraje, volvía a la charca y tenía la misma experiencia. Después de un largo rato, sin embargo, estaba tan sediento y desesperado que se decidió: “¡Con otro león o sin otro león, beberé igual de esa charca!”. Tan pronto como el león hundió su rostro en el agua… ¡el “otro león” desapareció!”
La angustia, la ansiedad y la depresión no tardan en aparecer cuando existen los problemas. Te quedas paralizado y no sabes cómo actuar. Es cierto que a veces sirve alejarse un poco del problema, tomar distancia y pedir ayuda, pero también es verdad que cuesta bastante tomar esa decisión, Una de las claves para solucionar un problema es trabajar en “dar el primer paso”. Puede sonar muy fácil escribirlo o leerlo, pero no tanto ponerlo en práctica. Quizás sea momento de convertirte un poco más en león y dar un nuevo paso para subir peldaño a peldaño. Tú decides si ¿Estás preparado para ser “el rey de la selva”?
Tomado de: la mente es maravillosa.




